¡Un Día de Muertos lejos de ser algo triste!
Me llamo Charles y viajé a México a finales de octubre y a principios de noviembre del año pasado. Yo sabía que en México iba a comer delicioso, sabía que podía recorrer una de las playas más hermosas de todo el mundo e iba a conocer a su gente es cálida y hospitalaria; o al menos eso me habían contado mis amigos cuando visitaron ese país. Cuando llegué a México, era un 29 de octubre, lo recuerdo bien. Fui con mi esposa a comer a un restaurante en el centro de una localidad llamada Coyoacán y no nos atendió un mesero, ¡nos atendió una calavera! La magia apenas comenzaba. Empecé a investigar más sobre el origen de esta tradición única que me mantuvo cautivado desde el primer bocado de su típico «Pan de muerto» con un suculento toque de mantequilla. Cuando mi hermano Ives me preguntó por e-mail cómo iba mi viaje a México, esto fue más o menos lo que le conté:
Si en Francia se asocia a la fiesta de Todos los Santos (Fête Toussaint) con un día triste como la lluvia; en México celebran a sus muertos mediante la colocación de ofrendas en los altares en memoria de los difuntos. Más que un día de añoranza es un día de pleno goce y regocijo pues se les rinde culto a los muertos a través de la vida. ¿Y qué es la vida sino manifestarse vivo? Bailes, cantos, comida típica, colores, vestimentas, fotografías, velas, frutas…en fin todo aquello representa de alguna forma la vida. Se trata de un tradición muy simbólica en el país la cual tiene lugar cada año a finales de octubre y principios de noviembre.
«Para los habitantes de París, Nueva York o Londres, la muerte es la palabra que nunca dices porque quema los labios. El mexicano, sin embargo, con frecuencia, la enaltece, la frecuenta, duerme con ella, e incluso la celebra porque ésta es una de sus diversiones favoritas y su más fiel amor», escribió Octavio Paz en el Laberinto de la soledad. Esta fascinación de los mexicanos por la muerte estalla en todo su esplendor el Día de Muertos, que celebra el regreso a la Tierra de sus seres queridos fallecidos. Este festival se lleva a cabo muertos entre el 31 de octubre y 2 de noviembre, pero puede durar más tiempo en algunas comunidades indígenas. A pesar de que existen algunas variaciones entre regiones, dedican los primeros días a los niños que faltan ( «Los Angelitos») y posteriormente a los adultos.
Las catrinas son tan bellas que podrías quedar enamorado de una. La recreación artística de los cráneos y de la Catrina surgió a finales del siglo XIX por dos dibujantes famosos: Manuel Manilla y José Guadalupe Posada, quienes inventaron las calaveras: estos son los maestros de la muerte humorística, la muerte viva, suelta, andante. Ellos hicieron surgir al esqueleto religioso, militar, burgués, indígenas, en pleno siglo XXI ¡hasta mesero! El carácter de Catrina es más afín a una dama de la alta sociedad, vestida con ropas ricas y por lo general con un sombrero, por tanto, ésta pronto se convirtió en emblema del Día de los Todos los Santos. La muerte agarra a todos por igual, al pobre, al rico, al explotado, al adinerado…
De alguna forma querido Ives, en México la Muerte es respetada y venerada en esas fechas ya que es la única que logra igualar a todas las almas al momento de dejar este mundo. Bien dicen que no nos llevamos nada cuando morimos, pero, si es que existe vida en otro mundo, yo quisiera regresar a celebrar con mi familia el recuerdo que ellos guardan de mí. En una de las librerías de la ciudad de Guanajuato, me encontré con esta frase al entrar: «La muerte no existe, la gente sólo muere cuando la olvidan; si puedes recordarme, siempre estaré contigo». Del libro ‘Eva Luna’, de Isabel Allende.
Tienes que venir a México, y más que toda su riqueza cultural y artística, tienes que vivir el Día de Muertos y envolverte en él, como yo lo hice, mediante una experiencia surrealista y grata.
Hermosa descripción