Las alertas se encendieron, Jalisco, Colima, Nayarit y estados aledaños, estaban amenazados por Patricia, huracán catalogado como el más poderoso y por ende, el más dañino de la historia. Los protocolos de emergencia estaban activados y se solicitaba a la ciudadanía guardar las debidas precauciones, pendientes de cualquier información acerca del fortalecimiento o debilitamiento del fenómeno natural.
Las noticias que surgieron a lo largo del día en que Patricia tocó territorio mexicano, fueron favorables, el potente huracán se había degradado a tormenta tropical tras chocar en zona montañosa y en una región “afortunadamente” poco poblada.
De que hubo daños los hubo; después de Patricia, alrededor de 10 mil personas y 56 municipios resultaron afectados, algunos de ellos, arrasados y con grandes daños que necesitan ser restablecidos porque los ingresos de cada uno dependen de la pesca y el turismo.
Con un impacto menor y sin la catástrofe esperada, algunos dicen que lo sucedido fue un milagro, sin embargo, no hay que pasar por alto que para la fecha en que Patricia llegaría, ya se habían puesto en marcha protocolos de seguridad, habilitado albergues y puesto a disposición los recursos del Fondo de Desastres Naturales, activados luego de que se hiciera una declaratoria de emergencia a fin de atender la vida y la salud de la población.
Después de Patricia, las autoridades deben monitorear paso a paso la escala de daños, no restar importancia a los detalles menores y sobre todo, vigilar la correcta aplicación de recursos liberados para atender la contingencia, labor a cargo de la Secretaría de la Gobernación y que no debe pasar desapercibida para la ciudadanía.
Ante la formación de fenómenos naturales no puede dejarse de lado el destino de las comunidades, el decir de los gobiernos y la necesidad de los municipios al estar preparados ante cualquier desastre y conocer las fortalezas y debilidades de su territorio como herramienta de prevención, pues el milagro de Patricia no se volverá a repetir. Es mi opinión…