Este lunes, por primera vez en mucho tiempo, el presidente Donald Trump dejó de ser la noticia principal en los canales de noticias y en los sitios Web especializados.
Fue el eclipse, y el seguimiento puntual que algunos medios hicieron al fenómeno lo que acaparó la mayoría de los electrones. Pudimos verlo desde distintas locaciones y medios; desde las multitudes admiradas hasta los científicos muy serios que explicaron todo lo explicable.
Sin embargo, a inicios de esta semana, para muchos el eclipse ha dejado de ser un fenómeno físico para transformarse en una metáfora de la presidencia de Estados Unidos.
Meditemos sobre ese tema en particular:
Los medios de comunicación se encargan de difundir, en todos los tonos, el hecho de que ver el eclipse de forma directa es peligroso para la vista.
¿Qué hace el presidente?
Ver de forma directa al eclipse.
Puede parecer poca cosa, pero esa es precisamente la forma de pensar de una persona que no se ha dado cuenta la magnitud de la oficina que detenta.
Ser presidente de Estados Unidos va mucho más allá de amenazar con fuego y destrucción a un país, de amenazar a otro con “ponerle impuestos”, de tratar de asustar con un enorme muro a un tercero o de decir que hay “buenas personas” en una marcha nazi.
Tradicionalmente al presidente de Estados Unidos lo llaman el “Líder del mundo libre” por la tradicional hegemonía que ese país ha ejercido en la historia reciente por lo que dicha oficina tiene una dignidad que mantener, una imagen que se ha construido a lo largo de muchos años.
Donald Trump se ha encargado de demoler esa dignidad de la forma más ridícula posible. Carece del sentido común y de la dignidad de comprender que todos sus actos y todas sus reacciones son analizados por todo el mundo todo el tiempo.
No entiende que, lejos de hacerlo fuerte, ese tipo de bravatas los desenmascaran como el hombre pequeño e inseguro que es.
No se da cuenta que, gracias a él, la Casa Blanca también está por sufrir un eclipse total.