La consulta catalana es un tema que ha trascendido las fronteras españolas y se transformado en un auténtico asunto de interés internacional.
Varias nacionalidades con sueños independistas están muy pendientes de la experiencia catalana: escoceses, vascos, bretones, quebecoises, flamencos, venecianos y un largo etcétera están a la expectativa para ver “cómo les va” en Cataluña.
Por alguna razón el tema también se ha transformado en asunto de controversia en México y no son raras las discusiones en redes sociales entres quienes están a favor de la unidad española contra los que alegan que los catalanes merecen la independencia.
El asunto tiene muchas aristas y -es lógico- hay grandes intereses económicos y políticos en ambos lados, por lo que es difícil dar una opinión o un juicio, que se aproxime a la realidad.
Sin embargo sobre lo que no hay ninguna duda es la forma tan idiota en que el Gobierno de Madrid abordó el asunto.
En el momento en que aparecen uniformados con trajes protectores, cascos, armas de fuego y toletes enfrentando a civiles; cuando las imágenes muestran ciudadanos pacíficos -¡mujeres de la tercera edad!- golpeados por éstos, la batalla está perdida.
No hubo mejor regalo para los organizadores del referendo ni para los independistas que las fotos de la represión; de policías forzando a civiles a retirarse, rompiendo cristales y puertas, poniendo las manos encima de mujeres y ancianas.
Ahora la opinión pública cuenta, por un lado, con ciudadanos que “sólo quieren la democracia” y por el otro, a un gobierno que está haciendo todo lo posible por impedir que emitan un voto.
No importa que la razón y la legalidad asistan a Mariano Rajoy, desde que la policía tocó al primer civil, desde que disparó la primera bala de hule, la Batalla por Cataluña estuvo perdida.
Para lo opinión pública mundial España es un estado represor que está dispuesto a todo; para los catalanes moderados es una clara muestra de la negativa de Madrid por reconocer sus derechos.
La mesa está servida.
Lograron transformar un asunto que muy bien pudieron dejar que se ahogara sólo; un referendo ilegal que no hubiera conseguido prácticamente nada, en “el Domingo negro catalán”: el día en que el derecho democrático de los catalanes fue reprimido por la opresión.
Todo un obsequio para los independistas catalanes.