Sólo una fecha permaneció esta vez Paul McCartney en México, de nuevo en el Estadio Azteca donde se presentó con su One on One Tour.
Como ya es costumbre el ex Beatle demostró que, lo suyo, es el espectáculo, el stage, las bambalinas. A sus 75 años muestra que a pesar de los años y de los avatares de la vida, el simple hecho de salir ante un gran público sigue siendo la razón de su existir.
Y es que cuando se encuentra en el escenario McCartney roba la atención y de inmediato logra compenetrarse con el público: trata de hablar en español lo máximo posible, utiliza expresiones coloquiales y hasta se une al “Fuerza México” haciendo que la gente, que está dispuesta a todo por el simple hecho de tener en frente a uno de los principales íconos de la música del siglo veinte, se le entregue de manera incondicional.
El cantante y autor es un derroche de simpatía y “buena onda”.
McCartney intercambia guitarras y bajos, corre al piano, interactúa con su banda o se queda solo con el stage y cada una de estas acciones son festejadas con gritos y aplausos.
Los momentos estelares del show tienen que ser a fuerza de la mano de los clásicos: nada como poner a unas 50 mil almas a gritar a todo pulmón el “nana na naaa, hey Jude”, o las otras canciones de su repertorio personal.
De la misma manera alcanza la apoteosis cuando canta los homenajes a su “carnal” John o a su “cuate” George; versiones muy libres -pero espectaculares- de “A day in the life” y “Give peace a chance” del primero y “Something” del segundo.
El músico alterna las rolas de su época de solista o de líder de los Wings con los grandes éxitos de los Fab Four. Las canciones de los Beatles nunca dejarán de alborotar a la gente y, seamos sinceros, es la principal razón por la que la gente va a verlo. Aunque entre el públiuco se ven muchos millenials, hay una gran presencia de personas de más edad y por ahí se ven a algunos que vivieron la música del cuarteto cuando ésta era todavía nueva.
El concierto parece acabar y ante la incertidumbre de algunos me atrevo a afirmar: “Esto no se acaba hasta que cante ‘Yesterday’”.
Dicho y hecho, llega el encore donde vemos un poco más del ídolo; por supuesto “Yesterday”, “Golden Slumbers” para rematar con el final lógico de “The End”.
La pirotecnia comienza y el concierto ya es un recuerdo y una interrogante: ¿Volveremos a ver en vivo a McCartney?
No lo sabemos; lo que si es que el músico-compositor-ídolo en vida dio una vez más un concierto que superó las expectativas y que mandó a casa a sus fanáticos, algunos ya septuagenarios, con estrellas en los ojos y el “nana na naaa, hey Jude” aún en los oídos.