Debe ser extraño pasar la Nochebuena en Multifamiliar. Hace 90 días, Paris perdió su hogar en el terremoto del 19 de septiembre. Desde entonces, asegura que cada unas de sus actividades se enfocan en generar cobijo para ella y los otros vecinos que perdieron sus viviendas tras el derrumbe del Multifamiliar de Tlalpan.
Y es que ni siquiera en Nochebuena, los damnificados pudieron descansar. Más que la Navidad, es la tragedia compartida de haber perdido el techo lo que los ha hermanado. Y es que pocas familias más fuertes que aquellas forjadas en el desastre o en las crisis. Por eso, algunos vecinos decidieron todos pasar la Nochebuena en Multifamiliar, cenar en las banquetas, brindar por el milagro que aún no llega.
Son las cinco de la tarde del domingo 24 de diciembre. Decenas de manos cargan vasos, calientan ponche, apilan platos con prisa. Abastecer de suficiente comida a los aquí reunidos no será cosa fácil.
Esta es una Nochebuena en Multifamiliar poco común. Hacer la cena en la calle no es del todo un acto desesperado. «Queremos que los demás –explica Paris– entiendan que seguir aquí, en el campamento, y hacer una posada hoy son nuestros pequeños actos de resistencia».
Paris no suelta el micrófono, cada vez que lo toma lo hace cada vez con más energía, como si quisiera romperlo. La fuerza de su voz hace que los demás busquen su cara cuando ella habla y se pregunten: ¿quién es esa chica que, desde hace más de dos meses, ha estado con los damnificados exigiendo justicia?
Paris es representante del colectivo de damnificados de la unidad, tenía su hogar en edificio 1C, hoy es una de las habitantes del campamento que lleva el nombre del edificio caído.
Explica que la cena, que es spaghetti, ensalada de manzana y lomo de cerdo, fue posible gracias a la solidaridad de los vecinos de otras colonias aledañas, pues ellos organizaron donaciones de comida, refrescos, manteles, servilletas y mesas. Incluso alguien donó una bocina “para que, como en toda cena, no nos falte un baile”.
Pedimos posada
En sí, la cena fue un intento por conservar la colectividad que se ha generado después del sismo. Paris explica que muchos de los que aquí duermen, no cuentan con familiares a los cuales acudir; dejar a una persona sola, en Nochebuena, en la calle, para algunos resultó demasiado deprimente. Dejarlos solos no era una opción.
«El gobierno no nos ha dicho nada, Mancera se niega a recibirnos para charlar y nadie nos quiere dar cuentas claras del dinero de la reconstrucción. Si eso es ahorita, no quiero ni imaginar sus falsas promesas del siguiente año en su etapa electoral».
Cuando dice esto Paris frunce el ceño un segundo. Pero hoy no es buen día para enfadarse, alguien le cuenta que han llegado más invitados y que la cena está casi lista. Los cubiertos ya han sido dispuestos sobre las mesas, las sillas esperan ser ocupadas.
Pero antes, los vecinos han decidido pedir posada al segundo campamento, aquél que de acuerdo con los vecinos, está a solo 400 metros de distancia.
Un minuto después, alrededor de 40 personas rodean la zona del Multifamiliar con velas y celulares en mano. De pronto, pedir posada también puede ser un breve acto de resistencia. Los damnificados aprovechan la comitiva para recordarles a los otros vecinos cómo ellos ya no son los mismos. Después del sismo, ellos se han tenido que instruir en ingeniería, en leyes y en activismo.
«¡El Multi, unido, jamás serás vendido! ¡El Multi, unido, serás reconstruido!». Los damnificados y sus familiares recuperan el ánimo a cada consigna; sólo así pueden ponerle su sello a la noche del 24, disfrutarla un poco. Incluso los cánticos de posada se convierten en pequeñas consignas: «No quiero oro, ni quiero plata, yo lo que quiero es volver a mi casa».
Conforme avanza el contingente, los vecinos no dudan en asomarse, en aplaudirles y recordarles que no están solos. En más de una casa, el grupo de damnificados se detiene. Entonces, con megáfono en mano uno de integrantes del contingente agradece: «Ahí vive Don Beto, él nos llevó hamburguesas toda una semana cuando recién pasó el sismo, démosle un aplauso a Don Beto».
Prácticamente todas las casas responden a la petición de posada. Aunque no han logrado que el gobierno les responda, los campamentos han logrado crear un sentimiento de comunidad con muchos otros vecinos.
Faltan 15 minutos para las siete de la noche. La hora de la cena casi llega. Pero todavía falta hacer algo más antes de sentarse, comer y brindar. Los puños se alzan, se guarda silencio, por todos aquellos que no sólo perdieron la casa, por todos otros vecinos que no pudieron salir de los escombros, por todos los que perdieron la vida. Puño en alto.