Todos los mexicanos que vivieron el sismo del pasado 19 de septiembre quedaron tocados por él. Hubo quien se paralizó, quien perdió el hambre y el sueño, y quien siguió escuchando a todas horas alarmas sísmicas inexistentes.
Los familiares de algunos murieron o siguen desaparecidos; otros se quedaron sin casa, sin auto, sin luz, sin agua. Pero hubo algo que casi todos perdieron desde aquel martes a las 13:14 horas: la tranquilidad.
Días después del terremoto a cien metros de donde cientos trabajaban para rescatar con vida a las personas atrapadas en el edificio colapsado de Álvaro Obregón 286, una carpa blanca del ISSSTE ofrecía apoyo psicológico a quien lo necesitara.
Andrea González trabaja en el ISSSTE e Ivonne Angulo es voluntaria. Ellas fueron dos de las psicólogas que estuvieron asignadas a atender el módulo. Explican que en nuestro país la cultura de la salud emocional no es prioridad y que aún se piensa que pedir auxilio de este tipo implica asumirse como enfermo o desequilibrado, cuando no es así.
«Ha sido un golpe muy duro y, por lo mismo, todos necesitamos sanar alguna herida. Independientemente de la pérdida que se haya sufrido, la conmoción es considerable. Y hay personas que quizá no sepan que recibir esta ayuda es urgente ahora», dice Andrea.
En un lapso de cinco días, únicamente atendieron a trece personas, pocas para el nivel de la catástrofe y el punto en el que estaban situadas.
Andrea dice que los niños siempre son de los más afectados y que el gobierno debería implementar brigadas en todas las escuelas, para que especialistas pudieran instruir a sus maestros y hablar con los pequeños para explicarles de qué se trata la muerte y, en general, las pérdidas. Muchos pequeños aún no entienden lo que pasó.
Los rescatistas son otro caso especial. Ellos están expuestos directamente a la desgracia y además pasan horas realizando trabajo físico extenuante. Por obvias razones, su grado de afectación suele ser mayor.
Los familiares de los afectados, a su vez, deben tratarse con mucho cuidado. Muchos de ellos siguen en estado de shock: pueden estar con la mirada perdida por horas, rompen en llanto de un momento a otro y sufren de ataques de ansiedad. Tener a un ser querido bajo toneladas de cemento y varillas retorcidas le rompe la estabilidad a cualquiera.
Después de un terremoto como el que sacudió la Ciudad de México, pueden sobrevenir estados de shock y parálisis, así como un afán de búsqueda de soluciones a las consecuencias del suceso.
Recuerdos vívidos del desastre, angustia, taquicardias, malestar estomacal, pesadillas y una tendencia a de alejarse de cualquier situación que conlleve riesgo, son algunas de las manifestaciones más comunes.
Los terrenos de la mente no se rigen por fórmulas matemáticas. Cada quien puede presentar los síntomas en una forma e intensidad distintas, y no siempre desarrollar un trastorno de estrés postraumático, que implica llevar las consecuencias del evento aterrador un poco más lejos. Sin embargo, si la persona afectada no se atiende ni tiene el acompañamiento de alguien versado en la materia, sí podría llegar a tenerlo.
En una cosa los psicólogos coinciden: los mexicanos no hemos vuelto a la realidad. En palabras de ellos, la población aún se encuentra en un «estado de contención».
Muchos de los habitantes que sobrevivieron al terremoto se volcaron a ayudar, en gran medida, para no caer en cuenta de lo sucedido de forma tan abrupta. Pero poco a poco tendrán que asimilarlo. De acuerdo con estos especialistas, la ayuda psicológica tendría que comenzar a ser más solicitada, pues ya han pasado poco más de 15 días del suceso.
Distintas instituciones, tanto del Estado, como independientes, ofrecen sin costo sus servicios.
La Universidad Nacional Autónoma de México, el Instituto Politécnico Nacional, el Sistema Nacional de Apoyo, Consejo Psicológico e Intervención en Crisis por Teléfono (SAPTEL), la Asociación de Egresados de Psicología de la IBERO, la Sociedad Psicoanalítica de México, la Asociación Psicoanalítica Mexicana y hasta los Centros de Rehabilitación Integral Teletón son algunas de las instituciones que presencialmente, o vía telefónica, ya están haciendo su parte para resanarle los nervios a los capitalinos.