El león cree que todos son de su condición. Ésa parece ser la filosofía de algunos críticos del Frente Amplio Democrático, quienes lo consideran un obstáculo para alcanzar una victoria electoral individual o mantener el status quo y conservar los espacios de poder que tienen.
La construcción del FAD debe iniciar venciendo el pragmatismo de siempre, rompiendo el paradigma de que el cambio verdadero se dará con una simple alternancia y demostrando que se tiene un proyecto real y distinto para el país.
La experiencia de cambio sin proyecto la vivimos ya en el 2000, cuando la Presidencia de la República cambió de color, pero la realidad del país continuó por el mismo camino.
La verdadera transición democrática comenzó antes, cuando en 1997 el PRI perdió por primera vez la mayoría de la Cámara de Diputados, los partidos de oposición le quitaron el control y nombraron a un presidente de oposición.
La historia de cambios en el país jamás se ha dado en razón de un solo hombre o de un solo partido, ha sido la unidad de la oposición la que ha permitido los avances democráticos.
Hoy el país vive una de las crisis más profundas de su historia.
Son terribles e indignantes los niveles de pobreza, inseguridad y corrupción, situación que se agrava ante una alarmante realidad: no existe ni una propuesta seria ni un aspirante con un proyecto viable para enfrentar y dar solución a ninguno de estos problemas.
Hoy el país necesita algo más, algo diferente y con sustancia.
Por eso el FAD tiene una relevancia especial, pues parte de la construcción de un proyecto de nación por una amplia mayoría no sólo política, sino social, que permita la transformación del país; anteponiendo el diseño de un plan nacional a los intereses políticos individuales y de partido.
Este ejercicio no resultará sencillo: la convocatoria, la agenda de temas, la elaboración del programa, la ruta de implementación constituyen algunos de los retos que enfrenta la construcción de esta propuesta.
El otro gran reto es acercar las diferentes posiciones que hay en torno a esto.
En el radicalismo -y también en el absurdo- los extremos se alcanzan y así es como hoy el PRI y Morena tienen grandes coincidencias: ambos se oponen a este Frente porque siguen defendiendo el tan agotado régimen presidencial mexicano, se consideran como la única opción real para el país, ninguno de los dos está buscando generar una gran mayoría, sino ganar con los votos necesarios y, por último, ambos partidos están llenos de figuras añejas de la política, políticos trasnochados y sin una ideología definida.
Frente a estas posiciones, la construcción de un proyecto alternativo —que no descarta la participación de Morena— resulta indispensable para lograr la transformación de nuestro país, que no resistirá seis años más de un régimen que hace tiempo se agotó.
Columna en El Heraldo de México
Autor: Royfid Torres. Representante del PRD ante el INE