Hace cuatro años, las autoridades capitalinas elevaron el precio de este transporte; sin embargo persisten las inundaciones, fallas eléctricas y saturación.
Cada mañana, Gonzalo Gaspar utiliza la línea B del Metro para ir del Estado de México hasta la capital. En cruzar tarda alrededor de 40 minutos, pero tan sólo para abordar el tren tiene que esperar 10 minutos.
«Se supone que aumentaron la tarifa de 3 a 5 pesos (un cuarto de dólar) para que mejorara el Metro, pero yo lo sigo viendo igual. No hay capacidad para llevarnos a tantos en las mañanas. Deberían de circular más trenes para que nos tardemos menos en subir», dice Gonzalo, un usuario habitual de este transporte.
En 2013, la tarifa del Metro, un transporte históricamente subsidiado, subió a 5 pesos, aunque —según las autoridades— en sentido estricto debería costar 13 pesos (medio dólar). Usuarios como Gonzalo todavía no perdonan el aumento, sobre todo porque no lo han visto reflejado en una mejor infraestructura y eficiencia.
Al contrario, durante estos cuatro años los usuarios han visto cada vez más problemas. Por ejemplo, en vez de arreglar las muchas de las filtraciones de agua por las que se inundan las instalaciones, las autoridades han colocado, en algunos casos, parches de plástico.
Pero el deterioro no solamente se traduce en las luces fundidas, en fachadas despintadas o en escaleras eléctricas que no sirven, sino en la falta de seguridad de los pasajeros.
En abril pasado, un tren de la línea 3 no hizo parada en la estación, pero se abrieron las puertas. Apurados por llegar a sus destinos, algunos pasajeros decidieron salir mientras el tren estaba en movimiento. El incidente solamente quedó en un video donde se ve a las personas rodar por el piso.
Tres meses después, el pasado 27 de julio, un tren comenzó a llenarse de humotras una falla eléctrica. Entre gritos de desesperación por la falta de oxígeno, los pasajeros tuvieron que evacuar y salir caminando de las vías. El saldo fue de 35 intoxicados.
Pero desde 2015, el metro dio el primer aviso de que ya no estaba en buen estado. Una tarde lluviosa de mayo, un tren chocó con otro en la estación Oceanía, cerca del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. La versión oficial concluyó que la colisión fue culpa del chofer, ya que utilizó el piloto automático en el momento equivocado. Sin embargo, otra versión, la del sindicato de los trabajadores del Metro, decía que el freno de emergencia no funcionó porque estaba deteriorado. Afortunadamente, en el accidente no hubo pérdida de vidas.
Para Bernardo Baranda, director para Latinoamérica del Instituto de Políticas para el Transporte y el Desarrollo (ITDP por sus siglas en inglés), el Metro es el proyecto de transporte público más ambicioso que se ha emprendido en el país. Sin embargo, señaló que carece de una mejor forma de captar recursos.
«Ha habido cosas que no se han hecho de la manera correcta, sobre todo en mantener ingresos alternativos a la propia tarifa. Ha faltado ser más imaginativos. Estamos acarreando rezagos de muchos años y ya se necesitan más recursos», dice Baranda.
«El transporte es una necesidad y debe estar de alguna manera subsidiado, pero eso no es excusa para no hacer un mantenimiento adecuado. Yo creo que sí se ha abandonado», agrega.
Han pasado cuatro años del alza de tarifa y no ha sido suficiente. El director del Metro, Jorge Gaviño, ha dicho que toda la red opera con un déficit de 3.5 mil millones de pesos (unos 196 millones de dólares). Cada día, los 390 trenes hacen milagros para darle el servicio a 5 millones 500 mil personas.
Sin embargo, usuarios como Irene ya se acostumbraron a los retrasos. Mientras espera a que llegue el siguiente tren, mata el tiempo con su celular. Se siente segura de sacarlo en el andén de la estación.
Incluso con estos retrasos, ella sabe que este medio de transporte es la mejor opción. De no ser por esta alternativa, tendría que subirse a un camión.
«En las mañanas se retrasa muchísimo, pero la verdad en cuestiones de seguridad lo prefiero porque en los camiones asaltan a cada rato», dice Irene.
Mientras los usuarios tienen retrasos, las autoridades están desesperadas por obtener más recursos sin tener que volver a subir la tarifa.
«¿De dónde obtener estos recursos? Pensamos que el Estado de México deberá colaborar en la misma proporción que obtiene servicios del sistema (de Metro)», dijo Jorge Gaviño en relación a los 2 millones de usuarios que todos los días usan este transporte para llegar a la ciudad.
El Metro de la Ciudad de México apenas cumplió 48 años, pero físicamente parece alguien de 70.