Recuerdas cuando los analistas de datos aseguran que Facebook conoce a sus usuarios mejor que sus parejas, padres, hermanos, amigos íntimos, e incluso uno mismo, no exageran. Con la activación de un perfil, las personas autorizan a la empresa acceder a un universo de información que antes de la era del internet era considerada de carácter reservado: desde datos personales como estado civil, fecha y lugar de nacimiento, hasta qué hace, a dónde vas, con quién se reúne y qué le gusta o desagrada.
Sin embargo, esa confianza depositada a ciegas en el gigante de Palo Alto, California, se ha visto seriamente dañada tras un escándalo que ha conmocionado el planeta. Facebook habría permitido a una empresa británica, Cambridge Analytica, acceder a datos de millones de usuarios para que fueran usados aparentemente durante la campaña presidencial de Donald Trump, según reveló una investigación de The New York Times y The Observer.
Los potenciales votantes, sin su consentimiento, habrían sido bombardeados con propaganda basada en su perfil sicológico, dirigida a influir en su decisión al momento de presentarse en la urna.
Para los expertos, como el investigador holandés, Jan Kuitenbrouwer, la controversia representa un peligroso salto cualitativo en materia de comunicación política, pues los anunciantes y propagandistas no sólo tienen a disposición el mapa de potenciales clientes, sino la puerta abierta para influir en la mente sin que se den cuenta, basta con darle clic involuntariamente a una imagen o un juego.
Entre 2010 y 2015, Facebook permitió a terceros recolectar datos personales de los usuarios y sus amigos a través de aplicaciones informáticas externas.
Con información de El Universal