No sólo es una elección legislativa intermedia, es definir el futuro político de Washington
El día del juicio final de la política estadounidense ha llegado
Este martes los votantes decidirán quién ha ganado el debate de 25 mil millones de dólares entre la política de tierra arrasada del presidente Donald Trump y la campaña furibunda de los demócratas para poner fin al monopolio republicano en Washington y en gubernaturas a lo ancho del país.
En juego, están las 435 bancas de la Cámara de Representantes y 35 de las cien bancas del Senado, además de casi 40 gubernaturas y la relación de fuerzas en casi todas las legislaturas estatales.
Pero, en realidad, lo que más está en juego –según los estrategas de ambos partidos– es la presidencia de Trump y sus planes legislativos durante los próximos dos años.
Más importante aún, quizás, es el hecho de que si los demócratas ganan la mayoría en la cámara baja, tendrían poder legal para investigar los muchos deslices personales y profesionales del presidente.
Hay indicios de que una llamada ‘ola azul’ ayudaría a los demócratas a ganar la mayoría en al menos una de las Cámaras del Congreso. Pero dos años después de una elección que dio un mentís a todas las encuestas y pronósticos, nada es seguro en vísperas de la primera elección de la era de Trump.
Si toman el timón de la Cámara de Representantes, los demócratas ya están evaluando reabrir la investigación de la Comisión de Inteligencia de ese cuerpo sobre los vínculos de la campaña de Trump con Rusia. Otras comisiones están tramando una profunda supervisión al gobierno de Trump y su red de intereses empresariales.
Algunos demócratas analizan la posibilidad de utilizar la Comisión de Recursos y Arbitrios de la Cámara de Representantes para obtener copias de las declaraciones de impuestos del presidente, después de que éste rompiera con décadas de tradición y decidiera ocultarlas del escrutinio público durante su campaña por la Casa Blanca.
Mientras tanto, el presidente Donald Trump ha estado actuando como si fuera un candidato en la boleta electoral, presidiendo mítines políticos diarios y participando en anuncios para los republicanos; todo para evitar la pérdida de la hegemonía republicana en Washington.
La otra posibilidad es que los republicanos mantengan el control de la Cámara y el Senado, lo cual no sólo supondría una victoria para los republicanos, sino una validación de la política de Trump y su presidencia poco convencional. Ese posible resultado, considerado menos probable incluso dentro de la Casa Blanca, envalentonaría al presidente a buscar la reelección.
Pero incluso este escenario poco probable también presentaría sus propios desafíos, ya que es posible que inflamaría las ardientes disputas intrapartidistas. La primera de ellas sería una lucha de liderazgo potencialmente amarga en la Cámara para reemplazar al presidente saliente Paul Ryan. Pero una mayoría reducida también exacerbaría las divisiones sobre el rumbo político.
Ante este posible (pero improbable) resultado, algunos en la Casa Blanca creen que incluso es preferible perder contra los demócratas. Asimismo, valoran que el afán de los demócratas por investigar al presidente es una bendición disfrazada en el período previo a las elecciones generales de 2020; además de que consideran a la líder de la minoría demócrata en la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, como un elemento que juega más a favor de Trump que de su partido, pues podrían echar la culpa a los demócratas de la disfunción de Washington.
Ari Fleischer, quien fue secretario de Prensa durante el gobierno de George W. Bush, dijo que el control demócrata de la Cámara Baja «representa tanto peligro como bendiciones para el presidente».
«El peligro son las citaciones, las investigaciones, las facturas legales y los dolores de cabeza», dijo. «La bendición es que Trump tendrá un obstáculo fácil de vencer: Pelosi y la conducción demócrata».
Con información de El Financiero